Esta ha sido nuestra primera experiencia con la pintura de dedos y los pinceles, pero os prometemos que no va a ser la única. Con el mural resultante, recortamos unas hojas y con ayuda del viento del otoño, las pegamos en las ventanas de clase.
Ya tenemos los árboles y el suelo pero le faltaba lo más importante, es decir, nuestros peques, así que de eso se encargó Lola, que nos trajo los dibujos de unos niños vestidos con babi rojo, pero lo más sorprendente es que esos niños eramos nosotros. Así que aprovechamos para reconocer nuestra foto y la de los demás, recordar cuales son nuestros nombres... y después nos pegamos en el mural.
El resultado del trabajo realizado lo podéis ver en clase. Pero para aquellos que no van, aquí os dejamos una foto.
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